Cada año me sucede lo mismo, llega el verano y con él las vacaciones, primero las de los niños y después las nuestras. Y cada mañana, cuando me levanto y los veo jugar felices y despreocupados, contando los días para que llegue el momento de volver al pueblo de los abuelos y reencontrarse con sus amigos no puedo evitar acordarme yo también de los veranos de mi infancia. Y en cuestión de segundos vuelvo a sentir esa sensación de libertad absoluta y plena, de alegría desbordante, esas ganas de vivir la vida intensamente como si sólo existiera el momento presente sin pensar en el ayer ni en el mañana porque…