Aunque sabéis que me encanta el verano, también me gusta disfrutar de los días en los que parece que se va yendo, despacito, sin prisas, acortando poco a poco las horas de luz, haciendo las mañanas más frescas y los atardeceres menos cálidos. Me gusta observar cómo cambia el paisaje, cómo las hojas de los árboles pasan del verde más intenso a los ocres y granates más oscuros pero, sobre todo, cómo se transforma el mar, porque no hay paisaje que me produzca más melancolía que el de una playa desierta, con un mar azul cobalto, revuelto y enfadado. La sesión de hoy rinde homenaje a esa naturaleza frágil y