Conocí a Imma una mañana de finales de verano, cuando el sol todavía mantiene la calidez de agosto pero se resiste a ser relevado por el viento de otoño. Había visto sus modelos de novia meses antes y me había quedado prendada de ellos, así que allí estaba yo visitando su atelier de Canet de Mar, una prolongación de su casa y al mismo tiempo de su precioso y onírico mundo. Imma es como sus diseños, una persona frágil, romántica, dulce, amable, de esas que la primera vez que la ves te hace sentir como si la conocieras de toda la vida pero lo que más me gustó de ella