Siempre me ha parecido un trabajo complicadísimo editar un vídeo de boda, bueno en realidad cualquier tipo de vídeo.  Resumir en unos minutos un acontecimiento que dura horas, algunos incluso días y decidir qué imágenes poner y cuáles desestimar. Imaginar cuál va a ser el resultado final y elegir uno a uno los fotogramas que lo compondrán. Yo me volvería loca, querría ponerlo todo y al final me saldría un vídeo de más de dos horas con el que probablemente yo disfrutaría muchísimo pero que nadie estaría dispuesto a soportar. Pero menos mal que todo está inventado y gracias al Stop Motion un día podré tener el vídeo completo de