Siempre he sido yo muy de botas camperas y no porque las llevara asiduamente pero sí que me he sentido atraída desde pequeñita por una idílica vida rodeada de lagos, montañas y caballos. Imagino que Laura Ingalls y sus aventuras en La Casa de la Pradera tuvieron mucho que ver con mi sueño de vivir en un rancho, como probablemente le sucedió a la mayoría de niñas de mi época. El editorial de hoy es un pequeño homenaje a esos sueños infantiles, un enlace celebrado en un rancho rodeado de colinas, valles verdes y frondosos bosques, un paisaje realmente inspirador para cualquier amante de la naturaleza y de la vida