No hay momento más delicado que ver a una bailarina sobre el escenario. No sé si a vosotras os pasa pero para mí el ballet es algo mágico, contemplar desde el patio de butacas el sensual movimiento de la bailarina girando delicadamente sobre la punta de sus pies me transmite una sensación de calma y de paz, incluso diría que de seguridad. Me transporta a mi infancia y a ese joyero que reposaba sobre la mesita de noche y que abría cada día antes de acostarme. Esa bailarina con la que todas hemos soñado alguna vez, con su falda de tul y sus zapatillas de raso… Bailándole a la vida.