Si algo tenemos en nuestro país es el arraigo de las tradiciones, y no me refiero únicamente a las tradiciones culturales o religiosas, sino también a tradiciones sociales y familiares, esas que se han ido transmitiendo de generación en generación y que hemos ido adaptando como una forma de vida, de ser y de sentir. Podría nombrar muchas de ellas como la paella de los domingos, la siesta o la cervecita al salir del trabajo, pero si hay una que me gusta especialmente es la del vermut. Sobre todo en verano, cuando las terrazas se llenan de gente que busca una sombra bajo la que protegerse de los rayos del