Cuando una seguidora me escribe meses después de casarse y me da las gracias diciéndome que durante más de un año estuvo siguiendo nuestros posts e inspirándose para la organización de su boda, no puedo más que alegrarme y emocionarme. Cristina es una de esas incondicionales de UBO y cuando me envió el vídeo de su boda me encantó por su frescura y naturalidad. Ella y Luis querían una boda ‘low cost’ y aunque les costó mucho esfuerzo y trabajo a deshoras, finalmente la consiguieron. Se pasaron todo un año preparándolo todo, pintando palets, acumulando cajas de frutas, cortando triangulitos de tela, recogiendo botes de legumbres y mermelada, botellas de tónicas…, pero estaban tan compenetrados que acabaron pasándoselo en grande. Se casaron el 13 de julio de 2013 porque el 13 marcó su relación desde el principio, empezaron a salir un martes y 13 y 5 años después, otro martes y 13, Luis le pidió matrimonio a Cristina en su lugar preferido, la Plaza de Sant Felip Neri de Barcelona y en su iglesia decidieron casarse. El almuerzo y la fiesta se celebró en un pueblecito costero, Sant Andreu de LLavaneres, en la casa familiar del novio de inspiración modernista y con un gran jardín con piscina. Su idea era organizar una fiesta divertida, sin protocolos y cien por cien veraniega, para ellos verano es sinónimo de piscina, paella, fiesta mayor de pueblo, helados, barbacoa, gorros de paja y gafas de sol. Y eso es lo que fue  su boda, una gran fiesta de verano en la piscina. Montaron todo en el jardín, que decoraron como si de una fiesta mayor se tratara, mesas imperiales de madera, lucecitas de verbena y toda la decoración handmade. Para los centros de mesa utilizaron botes de legumbres y de mermelada decorados con washi tape y una cinta de encaje antiguo, en su interior colocaron florecitas silvestres amarillas típicas del pueblo de veraneo de Cristina y que durante un mes su propio padre se encargó de ir recogiendo una a una (lo que no haga un padre por su hija…), también pusieron ramitas de olivo del jardín y paniculata. De los árboles colgaban botellas de tónica de cristal con las mismas flores, por lo que todo el ambiente respiraba campo y naturaleza. Los bancos eran balas de paja con sábanas antiguas de encaje y las mesas palets de madera pintados de blanco y turquesa, los colores del verano. Las hermanas de Luis también colaboraron activamente encargándose de la parte más dulce, confeccionando una galleta artesana con un dibujo de la pareja que Cristina había hecho años atrás, cada una con el nombre de cada invitado, hornearon  nada más y nada menos que 240 galletas! Y por si fuera poco también hicieron el pastel de boda, 29 rulos de pastel de galleta típico de la familia de Llavaneres. Como recuerdo de la boda los novios regalaron a todos sus invitados unos libros antiguos pensados especialmente para cada uno de ellos y dedicados por los dos, en su interior había un punto de libro con el nombre de la persona y el de la mesa, por lo que los libros hicieron también las funciones de seating plan. Pero la parte más divertida llegó cuando los novios y varios amigos empezaron a bailar en bañador alrededor de la piscina con flotadores e hinchables para animar a la gente a que se bañara, no hizo falta esperar ni a que se cambiaran de ropa ya que la mayoría empezaron a saltar vestidos al agua, ese fue El Momento, probablemente el que recordarán siempre con una gran sonrisa todos los que lo vivieron porque fue como volver a los veranos de los 15 años cuando nos pasábamos todo el día con los amigos en la piscina, en el campo o en la playa pero con esa despreocupación y felicidad que da la adolescencia y que cuesta tanto volver a recuperar… Felicidades Cristina y Luis!

 Vídeo: Abemus

Fotografía: Joana Padilla Climent

 

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