Desde siempre me han gustado las bañeras antiguas, las clásicas de porcelana blanca con cuatro patas y formas redondeadas. Las pondría por todas partes, en la entrada de casa a modo de bienvenida junto a unos marcos sin láminas, como parterre con variedad de plantas y flores decorando el jardín, de improvisada nevera con refrescos y cubitos de hielo en su interior y, por supuesto, como elemento fundamental y protagonista de mi cuarto de baño (siempre me he imaginado rodeada de sales aromáticas y velitas dentro de una de ellas). Ahora, con la exaltación de todo lo retro y de la decoración vintage, también se han puesto de moda en