Recuerdo que cuando era pequeña una de las cosas que más me gustaba era ir a la feria con mi padre los sábados por la tarde. Comer algodón de azúcar, montarme en los caballitos y volver a casa con un globo en la mano, quizás por eso cada vez que veo una imagen de un niño con un globo agarrado a su padre, me enternece profundamente. La idea de llevar globos el día de la boda siempre me ha parecido genial sobre todo cuando se trata de globos gigantes, de esos enormes que parece que vayan a salir volando de un momento a otro si no los agarras con fuerza.